EL JUGUETE ROTO

La derrota duele y amarga el alma de los hinchas y más aún si no hay pundonor en el juego. Foto/ Andina

Por: Jorge Barraza/ Especial para FulldeportesUSA Magazine

Cuando juega la selección, juega el país. Es la representación de la identidad nacional. Lo que somos como pueblos. Va el orgullo en ello, el sentido de pertenencia. Por eso nos alegramos tanto en el triunfo y nos amarga tan profundamente la derrota.

Y no hay torneo que exprese tales sentimientos como la Eliminatoria Mundialista. Es difícil explicarlo. Ni el Mundial alcanza tal dimensión en los nacionalismos. En el Mundial es hermoso estar, si se gana, mejor, igual son todas sonrisas. Acá es diferente, más áspero, más visceral. Y en Sudamérica se exacerban los patriotismos.

Perú lleva un punto sobre nueve disputados, punto afortunado en un partido que estaba para perderlo por cuatro o cinco goles con Paraguay. En tres cotejos remató una vez al arco en 300 minutos contando tiempo reglamentario y añadidos; el tiro desde 40 metros de Paolo Guerrero que dio en el travesaño paraguayo.

No obstante, las estadísticas no son ni remotamente tan pobres como su juego timorato, feo, defensivo. Hasta marzo de 2022, el Perú fue un país futbolísticamente feliz. Sin estrellas, con jugadores modestos, sin mejorar su organización ni su infraestructura, sin trabajar en planes formativos, sin hacer nada de lo que se requiere para evolucionar en el deporte, se vio de pronto representado por un EQUIPO. Como por obra de la Providencia.

Un conjunto armonioso, que sonaba bonito y jugaba a la peruana, que cuidando la pelota dio batalla a todos. Sin meterse atrás, con dignidad estilística. Clasificó a un Mundial después de 36 años y se le escapó otro por un penal. Metió un subcampeonato y dos terceros puestos en la Copa América. Goleó a Chile.

Multiplicó por seis o siete los ingresos de la Federación, invadió Rusia con 40.000 hinchas. La marca Selección Peruana creció exponencialmente y atrajo un puñado de patrocinadores. Recuperó el prestigio en el continente.

Un técnico súper defensivo, el peruano Juan Reynoso, con pocas ideas de ataque o contra-ataque. Foto/ Andina

De pronto, a alguien se le ocurrió romper en mil pedazos esa Disneylandia futbolera cambiando de técnico, que es lo más difícil de acertar: uno bueno. Y trajo uno definidamente defensivo, que, salvo a un sector del periodismo, al hincha sudamericano no le gustan los de ese tipo.

No sienten esa forma de jugar. A nuestros jugadores tampoco. Todo ese maravilloso castillo que se había edificado quedó destrozado en tres partidos. Se sabía que Reynoso era retranqueiro, sin embargo se habló de “la peruanidad de Juan”. ¿Y cuál era la peruanidad de Didí, de Tim, de Gareca…?

“Roguemos para que Argentina y Brasil ganen todos sus enfrentamientos ante los demás rivales”, implora Ricardo Montoya, magnífico comentarista limeño. Okay, suponiendo que esto suceda, igual hay que vencer a los rivales directos: Colombia, Chile, Venezuela y Paraguay. Ecuador y Uruguay están en otro lote, inmediatamente detrás de Argentina y Brasil. Paraguay vendría a ser hoy el octavo en el escalafón.

Jugando como lo están haciendo, aunque hubiese 8 cupos mundialistas, a Perú y Bolivia igual les costaría entrar. Todos los demás están por encima. Incluso Venezuela, con un plantel muy interesante; de sus 28 futbolistas, sólo el tercer arquero juega en su país, el resto en Europa, Estados Unidos, Brasil, Argentina. No es ninguna casualidad que le haya empatado a Brasil en Cuiabá.

Tiene una defensa de hierro y está lleno de elementos de buen pie como Soteldo, Savarino, el Brujo Martínez, Rómulo Otero, Yangel Herrera, y un DT que gusta del buen fútbol y los manda adelante como Fernando Batista.

Paraguay que fue casi aplastado por Argentina (fue 1 a 0, pero bien cabía un 5 a 0), en la primera fecha parecía el Barcelona de Guardiola frente a Perú. Ya en ese arranque vimos que algo no andaba bien.

Al día siguientes leímos títulos efusivos como “Punto de oro”, “Notable empate”, “Con diez”… Perú había sido arrasado, recibiendo doce situaciones de gol bien contadas, algunas dramáticamente salvadas por Gallese, y los titulares eran eufóricos. Incluso escuchamos a unos colegas peruanos decir por TV, tras el juego en Ciudad del Este, “Me gustó Perú en el segundo tiempo”. Nos pareció estar en una realidad paralela. Ellos o nosotros.

La falta de estrategias de juego se refleja en los resultados obtenidos, pobres muy pobres. Foto/ Andina

Pero ante Chile se cayó la estantería. “Que lo echen ya, ya, ya… Que no vaya ni a la conferencia de prensa”, bramaba un periodista peruano refiriéndose a Reynoso, a poco de terminar el juego en Santiago, un símil de aquel de Paraguay, aunque esto dolió más porque es Chile, el rival de toda la vida, porque esta vez ni siquiera la fortuna acercó un punto, y porque imperó una actitud notablemente pusilánime.

“Había un córner para Perú y la pelota terminaba en Gallese, todo para atrás”, describía un colega limeño. Desde el banco, el danés Oliver Sonne debería estar pensando “¡Dónde me metí…!” Lo más osado de Perú fueron dos tiros de Advíncula que pasaron lejos. Brayan Cortés ni miró. Luego de eso, la nada, el páramo, el sufrimiento.

Perú juega con un solo delantero, un hombre de 40 años al que nunca le llega una pelota. La nueva selección de Reynoso terminó siendo la vieja de Gareca, a la que le arrancó todas las flores y le dejó las espinas.

Con el agravante de que aparecieron algunos jóvenes para intentar una mínima renovación y no juegan. Hablamos de Grimaldo, Quispe, Bryan Reyna. El técnico catalán Félix Sánchez, de Ecuador, ya le dio la titularidad, hace dos partidos, a Kendry Páez, de 16 años.

Kendry no murió por la responsabilidad: hizo la asistencia del 2 a 1 ante Uruguay y marcó el primer gol a Bolivia en La Paz. Decisivo en las dos victorias. Le faltaba un 10 a Ecuador, ya lo tiene. No sale más. Dijo Pastoriza: “Si a los dieciocho van a la guerra, ¿cómo no van a poder jugar en Primera…?” Esto es igual, Reyna tiene 25, si no es ahora, ¿cuándo…?

Al margen de ello, sobre que no sobra material, ya eliminó, o al menos se malquistó con cuatro elementos fundamentales del exitoso proceso anterior: Cueva y Édison Flores, importantísimos, un creador y un hombre de gol, justo los dos que, con una genialidad cada uno, le dieron el triunfo aquel sobre Colombia en Barranquilla.

Y ahora parece haber prescindido de Callens y Tapia. Callens es el Otamendi peruano, aguantador, firme atrás. Tapia un trajinador criterioso, incansable, perfecto compadre de Yotún en el medio. Hay técnicos que siempre tienen problemas con los buenos.

Hoy, los dueños del fútbol ya no son los dirigentes ni los entrenadores, son los jugadores. Técnico que no tenga buen relacionamiento con ellos o que entre al vestuario a sargentear dura lo que la luz de un fósforo. Es más importante el manejo de grupo que la táctica. Cueva y el Orejita Flores tienen amigos en el plantel, muchos.

La falta de renovación, junto con la complacencia de no evolucionar en el juego. Terminan en un desastre categórico. Foto/ Andina

Reynoso dijo en la rueda de prensa post Chile: “Me hago cargo de todo, no me importa poner el pecho”. No alcanza. En la cancha hay que poner el pecho. Nunca vimos un equipo miedoso con un técnico valiente. Un conjunto es el reflejo de lo que el técnico transmite. Y una selección es algo muy grande. Una pena, recién van tres fechas de dieciocho.

Puede que Perú empate o triunfe frente a Argentina, en fútbol nunca se sabe. Pero la Albiceleste atraviesa el mejor momento de su historia como selección. Nunca jugó así, ni con Menotti, Bilardo o Basile estuvo cerca de esta excelencia.

Es un espectáculo cada presentación. Con Paraguay ganó por la mínima, en juego fue por la máxima. Y es el rival del martes. Puede ser un partido bisagra para bien o para mal. Una gran actuación ante el campeón del mundo tal vez cambie el humor y enderece el rumbo; una derrota podría ser el fin del viaje para Reynoso.

Argentina, Brasil, Ecuador, Uruguay y Colombia van al Mundial, seguro. Son cinco pasajes. Chile y Venezuela pelearán por el cupo y medio restante. Y está Paraguay también. Con estos últimos habrá que pelear un asiento. No va a ser fácil.